¿QUIÉNES SON LOS MERCENARIOS?

Los barras de La 14 ayer cantaron en contra de los jugadores y el hincha de Lanús genuino los repudió siempre que pudo, algo que se repitió desde la rotura de la amistad con Colón para acá. ¿Qué te parece?

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Durante décadas, el hincha argentino genuino tuvo que soportar el accionar macabro y delictivo de las barras bravas, tanto propias como ajenas. Muchas veces, al simpatizante común y corriente no le quedó otra opción que acatar las decisiones de estos delincuentes que creen que son más importantes que la pelota, ésa que le da vida a este deporte tan popular. Pero en los últimos tiempos se repite un fenómeno tan espontáneo como valiente: la gente se cansa de los barras, de sus maniobras absurdas, y no se lo calla sino que lo exterioriza, sin medir una eventual confrontación.

Lanús no le escapa a esta situación. Es cierto: el rechazo del seguidor auténtico para con el barrabrava no es inédito, pero sí se manifiesta cada vez más con mayor frecuencia. Siguiendo con el caso específico del Granate, hay que remontarse al domingo 27 de julio, cuando La 14 rompió la amistad que lo unió alrededor de cuatro décadas con Colón de Santa Fe por motivos que a los hinchas verdaderos les interesan muy poco. La historia es sabida: los barras se cansaron de cantar en contra de sus pares del Sabalero mientras que el resto hizo todo lo posible para taparlos y que no se escucharan. Esa tarde, encima de la eliminación en la Copa Argentina, se vivió un clima tenso en Sarandí.

La antipatía se acrecentó significativamente con el viaje que La 14 realizó hace algunos días a Japón para presenciar la Suruga Bank ante Kashiwa Reysol. Traslados en avión, hospedaje, entradas y un presupuesto que difícilmente hayan conseguido gracias a los tradicionales sorteos de camisetas. Lo que más le molestó al Granate puro, además, fue el descaro con el que estos personajes se pasearon por el Imperio del Sol Naciente como turistas, a costa de vaya a saber uno qué. Mejor ni pensarlo.

Y la gota que colmó el vaso se dio ayer, en el debut de Lanús en el Torneo de Transición frente a Belgrano. Ni bien salieron los futbolistas al campo de juego de La Fortaleza, los subordinados de La 14 (es decir, los de menor rango, los que reciben órdenes) se subieron rápidamente al alambrado perimetral en gran número y comenzaron a tironearlo. Desde los paravalanchas empezó a bajar un cántico que sabían cuatro o cinco y que repitieron los de alrededor: “Jugadores, a ver si nos entendemos… los sueldos están al día, hay que poner más huevos”. Y otro que rezaba: “Mire, mire qué locura… mire, mire qué emoción… sáquense la camiseta y dénsela a la hinchada que juega mejor…”. Reírse, para no quebrar en llanto.

Antes, durante y después del partido, repudiaron a los dirigidos por Guillermo Barros Schelotto, ésos que en diciembre levantaron la Copa Sudamericana. Los trataron de ‘mercenarios’ (hasta con una bandera que colgaron atrás del arco) porque “no saludaron a la gente después de perder en Japón”, según argumentaron en la popular local. ¿Puede un detalle (no menor, por cierto, pero entendible) embarrar la gloria alcanzada hace ocho meses? Para nada. Y el Granate de verdad lo sabe. Por eso se lo hizo saber cada vez que los barrabravas se expresaron en contra de los jugadores, y cantaron más fuerte para taparlos. Fue una respuesta que salió del corazón.

Ahora bien, ¿qué significa etimológicamente la palabra ‘mercenario’? Según la Real Academia Española, dicho de una tropa: que por estipendio (remuneración) sirve en la guerra a un poder extranjero; que percibe un salario por su trabajo o una paga por sus servicios. A leer una y otra vez estas dos definiciones para sacar una conclusión que quede en la memoria. ¿Quién es más mercenario? ¿El futbolista profesional que, con aciertos y errores, cobra un sueldo (a veces exagerado o inmerecido) para lucir una camiseta mientras corre atrás de una pelota? ¿O el barra al que sólo le interesa sacar provecho a costa de la institución que -según dice- ama? Para reflexionar.

La bandera de la discordia

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